miércoles, 23 de diciembre de 2009

La Ignorancia me eneverva

Cada día soy un poquito más misántropo. Es un sentimiento que no sabría como calificar.
Suena estúpido y puede que lo sea, pero me reconforta.
Me reconforta saber que no he llegado al grado de cinismo del que hacen gala ciertos sectores de la sociedad. No sabría cómo explicarlo, pero es algo muy cercano al orgullo.

¿El porqué de todo este desvarío? Ver la televisión me abruma.

Una vez más, tras la noticia de la aprobación de los matrimonios homosexuales en la ciudad de Méjico, la Iglesia ha decidido hablar sobre MIS derechos y deberes.

Muchos coinciden. El matrimonio sólo puede darse entre hombre y mujer, como dictan las leyes naturales y el buen orden del cosmos... Fascinante (o fascista)


Aun a riesgo de cansarme a mí mismo argumentando en vano contra seres, entes o personas que carecen del mínimo ápice de voluntad para el entendimiento, me gustaría dejar claras dos presmisas:

1ª) Los matrimonios homosexuales no pueden ser juzgados desde un punto de vista religioso porque no se realizan por este ritual.

Las normas de la Iglesia, como organización privada que es, sólo pueden ser aplicadas en el seno de la misma, y jamás podrán contradecir normativas públicas.

El Estado reconoce las uniones religiosas, y es perfectamente compensible que una anquilosada organización, que siempre ha actuado como rémora de la sociedad, no quiera celebrar matrimonios entre personas del mismo sexo.
Dicho esto, y siendo la Iglesia una suerte de empresa, carece de autoridad para ordenar nada al Estado, y su opinión contra las decisiones del gobieno (que ha sido elegido por los que son miembros de la Iglesia y por los que no pertenecen a ella) debería considerarse tan relevante como la mía o la de mi vecina del cuarto.

Llegado a este punto mucha gente podría sacar a colación el tema de la autoridad moral de la Iglesia. Exijo un ejemplo. Porque a mí sólo se me ocurren desgracias causadas por la misma, la última y de las más célebres llevó a una cruzada en España que nos convirtió en "La Reserva Espiritual de Occidente" Sin duda todo un logro de la moral cristiana...

2ª) La Iglesia debería dejar de autoproclamarse como adalid de una familia que sólo corre peligro cuando un padre o una madre creen que su hijo/a ha sido víctima de una abducción demoniaca y por ello se siente atraído sexualmente por los de su mismo sexo.
Por ende el ejemplo que de familia nos pretenden dar la conferencia episcopal y demás inquisidores (todos ellos harto conocedores de la realidad familiar por mecanismos que se le escapan a este pobre mortal) es el de una virgen que concibe un hijo elegido para salvar al mundo de una paloma mágica y que es adoptado por un hombre que se entera de más bien poco de lo que pasa.
Personalmente lo veo demasiado complejo.


Conclusión: voy a dejar de ver la televisión, que me enerva.