Uno, dos, tres, cuatro, vuelta, uno, dos , tres, cuatro,
vuelta. Mi habitación no da para más, tan solo cuatro pasos, dos movimientos
por pierna, después impulso y un giro de ciento ochenta grados sobre una de mis
extremidades.
La vista perdida, la mente lejos, movimientos automáticos
que no requieren control, solo sosiego.
Tal vez no parezca sosegado un andar tan compulsivo, pero ¿Acaso existe
algo más tranquilizador que la conciencia del propio poder volitivo que se
concreta en el acto? Soy un pedante, lo siento.
El caso es que andar siempre me ha parecido la forma
perfecta de hacer una pequeña multitud de cosas: pensar, leer, llorar,
estudiar, escuchar música e incluso dejar la mente en blanco. Es como si
necesitase estar haciendo algo para poder no hacer nada. Además de pedante soy
un poco rarito, pero se me perdona porque estoy loco.
A veces me pregunto que pensaría la gente si alguien
instalase una cámara en una esquina de mi habitación y , puesto que la ha
instalado, se tomase la molestia de vigilarme a mí, su habitante, que por el
hecho de habitar la habitación aporta el sustrato necesario a la etimología del
sustantivo.
Sé lo que pensáis “Locus externo”, “otro ser sin
personalidad que se cree tan complejo como para que observarlo sea interesante”
Sea pues, lector, verdad que uno tiene sus defectos y sus desórdenes mentales,
pero admítase también que está en la esencia de todo ser humano cotillear,
comadrear, vigilar e interesarse por lo que hace el vecino, aunque tan solo sea
por huír del tedio.
Así pues, la cámara en una esquina y el hipotético
espectador en algún lugar del vasto mundo, podría ser testigo de la tragedia o
tragedias, si se entiende que observa la vida entera o solo actos aislados, que
se producen en mi cuarto.
Me vería reír a veces, bailar a menudo y llorar cada día.
Soy dado a la lágrima, pero no le deis mayor importancia, porque como dije
antes, estoy chalado.
Nada grave, tan solo un poco desconcertante. Soy de esos
locos felices/tristes, radiantes/mustios o como sea que los llamen ahora,
aunque me falta un juicio clínico de rigor por supuesto. Para que me diesen el
carnet oficial de inestable mental debería elevar mis emociones a la hipérbole,
y aunque no lo sepáis, también soy demasiado vago como para tomarme la molestia.
Yo sé que estoy loco, el espectador de la cámara lo sabría y vosotros ya lo
sospechasteis desde la enumeración inicial. Sin sorpresas pues.
El caso es que la cámara también reflejaría que mis horarios
son extraños. Me gusta estar despierto de noche y duermo extremadamente bien de
día. Es una cuestión de luz y oscuridad. La noche guarda muy bien los secretos,
me permite vivir mis pensamientos sin que un extra inesperado entre en mi
habitación a interrumpirme y por ende es silenciosa, como la muerte o el vacío.
Asociaciones mentales.
El día sin embargo ofrece una cosa que conviene mucho a mi
descanso. Luz. Y ¿Sabéis por qué me gusta dormir cuando hay luz fuera? Porque
vuesto amigo el cinético-lunático también es un obseso del control, y sin luz
el control es imposible.
Decidle a un loco que escriba un texto y tendréis una
amalgama informe de sinsentidos, contradicciones e hilo argumental pobre. Nunca
te fíes de un loco ni de quien prefiere vivir en las tinieblas de su cuarto o
de su mente.
Saludos.