lunes, 29 de octubre de 2012

Placer

Placer. Esa palabra siempre me ha gustado tanto en contenido como en continente. El placer es un sustantivo que acaricia el paladar más que el oído, que me arrastra a recuerdos de tibieza, de despreocupada inactividad escondida bajo sábanas frescas.
El placer es un cuenco en cuya profundidad descansan elixires siempre deseados, hurtados a la realidad y al tiempo, escondidos tras los más belicosos muros de la imaginación encerrando una prohibición que sabemos vulnerable.

La palabra placer para mí siempre estará asociada a la palabra sensualidad, a los colores cálidos y a ese tipo especial de aburrimiento que por sernos grato practicamos con sumo gozo los domingos y festivos.

Placer es ritmo, cadencia e incluso carencia. Es la lengua que se detiene, el beso intencionadamente demorado, la complicidad no declarada, la acción inconclusa, la excitación silenciada.

Placer es un brazo joven bañado de luz matinal sobre la cama, la sonrisa cómplice, el labio que insinúa, la mano que tienta, la pierna hercúlea, la voz que murmura.
Placer es el sonido del vino que al ser servido alborota la copa, la palidez que se sonroja, la picardía que se finge inocente. 

Como decía Kavafis "Nada me retuvo. Me liberé y me fui. Había placeres que estaban tanto en la realidad como en mi ser a través de la noche iluminada. Y bebí un vino fuerte, como solo los audaces beben el placer"

Disfruten del lunes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario